Wednesday, June 6, 2012

Ataque Zombie en Miami


En una tranquila tarde soleada en un puente peatonal cerca de MacArthur Causeway en Miami, Florida, se llevó a cabo un suceso que marcaría al mundo e incitaría la mente de los miles de creyentes de las teorías conspiracionales.
Todo inició el 26 de Mayo del 2012 cuando yo iba de regreso a mi departamento después de salir de The Miami Herald pues había olvidado unos documentos que necesitaba para trabajar el fin de semana, cuando de la nada vi a la distancia dos hombres luchando, uno era un señor de más o menos 60 años que estaba tratando de escapar a todo costa del agresor, un hombre de 30 años, que no decía absolutamente nada solo se escuchaban una especie de gruñidos profundos y amenazadores. Tras los forcejeos el agresor logró tumbar al señor mayor y éste instantáneamente fue noqueado, después el agresor comenzó a desvestir al señor, debo decir que no se veía en el ninguna expresión de lujuria simplemente una cara sin gestos mientras los gruñidos seguían, a éstas alturas la policía había tardado ya bastante puesto que los había llamado en cuanto vi el ataque.
Todo se volvió aún más extraño cuando después de dejar al señor desnudo, el atacante comenzó a desvestirse, sin ninguna prisa, luego se recostó a lado del señor inconsciente y comenzó a hacer algo que hasta la fecha no he podido borrar de mi cabeza, algo que solamente se encuentra en novelas de terror muy gráficas, algo sin precedentes y a plena luz del día. El atacante comenzó a morder la cara del señor, mordidas desgarrantes, agresivas, voraces y a la vez perdidas, era como si lo que estaba haciendo el atacante fuera un reflejo un instinto sobre el cual él no tenía control alguno sin embargo seguía y parecía que nunca se iba a detener, comenzó por la oreja, la cual mordió como si fuese un pedazo de un platillo cualquiera, sin esfuerzo debo hacer notar que en ese momento los gruñidos disminuyeron, como cuando aquel cachorrito que lucha con sus hermanos por tomar la leche de su madre al logras su objetivo está tranquilo pero tomando con una sed que pareciera no tener fin. Al terminar con la oreja siguió subiendo por la cara, comía pedazo a pedazo la cara de ese pobre señor que no podía mover un solo dedo para defenderse. En ese momento yo estaba paralizado no sabía si lo que estaba sucediendo era real o un delirio por el fuerte Sol de aquella tarde. Cuando el atacante se acercaba a devorar el ojo izquierdo del señor trate con todas mis fuerzas de desviar la mirada pero algo en mi simplemente no podía dejar de mirar, sabía que estaba presenciando algo horrible pero a la vez único y mi cuerpo no me dejó volver la mirada. Después de que el atacante mordió el ojo del señor no fue la escena empapada de sangre la que me despertó de aquel trance, sino los gritos desesperados de una señora que cruzaba cerca del ataque, que corrió directamente al Miami Herald para que ayudaran a ese pobre hombre. Fue tras ésta segunda llamada cuando los policías llegaron al lugar en cuestión de segundos. El primero en llegar fue un policía en su vehículo al cuál se le fueron sumando elementos con el paso de los minutos. De inmediato bajó y al ver el ataque desenfundó su arma y apunto directo al atacante, éste último no notó ni la presencia del oficial.
“¡Señor! Deténgase inmediatamente y aléjese del caballero. ¡Ahora!”.
Fueron repetidas y parecidas las advertencias que hizo el oficial recibiendo a cambio gruñidos. Al no tener respuesta el policía se vio obligado a dispararle al sujeto, un disparo directo a la pierna pero el sujeto no se detuvo y solo respondió con un gruñido profundo y más agresivo que los pasados, haciéndonos pensar que nos estaba dando a conocer que los que corríamos peligro éramos nosotros pese al arma del oficial. El caníbal, si es que se le puede llamar de alguna manera no se detenía y desgraciadamente tampoco lo hicieron los tiros del oficial. Llegó el fin de tan extraño suceso cuando el atacante tras más de media docena de balazos cesó de vivir y aún con pedazos de cara del señor en su boca se dio vuelta y quedó inherte.
Creo que lo más perturbante que vi esa tarde fue cuando el señor retomó consciencia, a éstas alturas yo solo podía ver los pies del señor moviéndose pues los policías habían acordonado el área y me estaban interrogando.